martes, 15 de mayo de 2012

Adicción al amor


La adicción al amor o codependencia se refiere a la obsesión que se puede padecer hacia una persona, hacia una relación o hacia el romance. En el primer caso, puede ser tanto una pareja como un hijo o un padre. El adicto siente que no puede vivir independientemente de la otra persona y lo lleva a tener actitudes posesivas. Es posible que la dependencia sea mutua y sea prácticamente imposible el desarrollo personal. Las personas adictas a la idea de estar en una relación no se preocupan tanto por quién sea la persona, si no por tener pareja en sí. Pueden cambiar de pareja constantemente, o por el contrario, aferrarse a relaciones negativas. Por último, hay personas adictas a los romances pasajeros, aventuras apasionadas, etc. Les interesa la seducción y la conquista, pero al poco tiempo se cansan (como el clásico Don Juan). Puede ser resultado de la fantasía, de la inmadurez o del subdesarrollo afectivo.
Los adictos tienden a idealizar a la otra persona hasta convertirlos en un ser divino y se vuelven incapaces de disociar la realidad de su situación. Creen que la felicidad solo puede alcanzarse junto con la otra persona, por lo cual se ilusionan y proyectan futuros. El proceso de enamoramiento en estos casos generalmente ocurre muy rápido, como  un “flechazo amoroso”. Los adictos confunden deseo y amor con dependencia y adicción.
El problema radica en que el adicto, al ser capaz de entregar todo por la otra persona, niega sus propias necesidades y deseos. Asimismo, oculta sus sentimientos de dolor, rabia o sufrimiento por ser considerados como una posible causa de perder a su pareja. Es por eso que, aún en situaciones de violencia o de conflictos, los adictos al amor hacen todo lo posible para mantener la paz y evitan la confrontación. El mayor miedo es el miedo al abandono, así como también el miedo a ser independientes. La propia represión de sentimientos conlleva a la necesidad de vivir a través de los sentimientos del otro. Sin embargo, los adictos nunca se sienten satisfechos con la devolución de amor; constantemente desean y piden más. Como viven a través de la vida de su pareja, creen que poseen control sobre ella e intentan perfeccionarla.
Los adictos al romance o al sexo se caracterizan por tener conductas impulsivas y agresivas, falta de autocontrol, problemas de adaptación social e insatisfacción. Es frecuente el contacto con personas desconocidas con tal de mantener el anonimato, lo cual implica un peligro por el contagio de enfermedades venéreas como el HIV. El aumento de encuentros rápidos y casuales promueve los engaños y mentiras que acarrean sentimientos de culpa y desesperación.
En el tratamiento de esta adicción es imprescindible empezar por el reconocimiento de la enfermedad y de los pensamientos y sensaciones asociados a la adicción. Las estrategias cognitivas, terapias grupales, de familia/ de pareja, tienen por objetivo aprender habilidades para mantener la abstinencia y modificar las creencias y pensamientos erróneos que los pacientes tienen acerca del amor y las relaciones.

miércoles, 9 de mayo de 2012

Bulimia y Anorexia, cuando el hábito de comer se ve vulnereado


Bulimia y anorexia
Sabemos que las pautas culturales han determinado que la delgadez sea sinónimo de éxito social. Muchos de nuestros jóvenes luchan para conseguir el "físico ideal" motivados por modelos, artistas o por la publicidad comercial. Muchos creen que el mundo es de los delgados. Otros, por un peso natural que excede el estándar de delgadez que la sociedad impone, se deprime y se autocritican sintiéndose fracasados o desvalorizados. Actualmente la BULIMIA y la ANOREXIA NERVIOSA, dos complejas enfermedades alimentarias, se han convertido en un verdadero flagelo para la juventud de nuestro país

SIGNOS VISIBLES CARACTERÍSTICOS
BULIMIA
ANOREXIA
Conductas patológicas
Conductas patológicas

Preocupación constante por la comida (habla de peso, calorías, dietas...). Atracones, come de forma compulsiva, esconde comida. Miedo a engordar. Evita el hecho de ir a restaurantes o fiestas y reuniones donde se vea socialmente obligado a comer. Acude al lavabo después de comer. Vómitos autoprovocados, abusa de laxantes o diuréticos. Usa fármacos para adelgazar. Realiza regímenes rigurosos y rígidos. Tiene una conducta adictiva con edulcorantes.

Conducta alimentaria restrictiva (poca cantidad de comida) o dietas severas. Rituales con la comida como: contar calorías, descuartizar la comida en trozos pequenos, preparar comida para otros y comer... Miedo intenso a engordar, luchando por mantener el peso por debajo de lo normal. Temor a verse obligado a comer en sociedad (fiestas, reuniones familiares,...). Hiperactividad (exceso de gimnasia u otros deportes). Esconder el cuerpo debajo de ropa holgada. Negarse a usar banador y que vean su cuerpo. En ocasiones, atracones y uso de laxantes o diuréticos. Abuso de edulcorantes.

Signos fisiológicos

Signos fisiológicos


Inflamación de las parótidas. Pequeñas rupturas vasculares en la cara o bajo los ojos. Irritación crónica de la garganta. Fatiga y dolores musculares. Inexplicable pérdida de piezas dentales. Oscilaciones de peso (5 ó 10 Kg, arriba o abajo).
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Pérdida progresiva de peso (con frecuencia sucede en un período breve). Falta de menstruación o retraso en su aparición sin causa fisiológica conocida. Palidez, caída del cabello, sensación de frío y dedos azulados. Debilidad y mareo


Cambio de actitud

Cambio de actitud

Modificación del carácter (depresión, sentimientos de culpa u odio a sí mismo, tristeza, sensación de descontrol...) Severa autocrítica. Necesidad de recibir la aprobación de los demás respecto a su persona. Cambios en la autoestima en relación al peso corporal.


Cambio de carácter (irritabilidad, ira). Sentimientos depresivos. Inseguridad en cuanto a sus capacidades. Sentimientos de culpa y autodesprecio por haber comido o por hacer ayuno. Aislamiento social.

miércoles, 25 de abril de 2012

La historia de Nicolás


"Empecé a drogarme cuando tenía 13 años por curiosidad y para no ser menos que un amigo, un amigo al que lo tenía como ídolo. Al principio fumaba marihuana, después tomé pastillas y también me drogaba con pegamento y nafta. Lo hacía los viernes y sábados solamente. Después lo hice entre semana, pero mis padres no lo sabían y yo la careteaba muy bien.
Cuando veía a los chicos consumir marihuana no me molestaba, es más, yo consumía con ellos, pero cuando consumían cocaína me ponía muy mal ver cómo quedaban y decía que yo nunca lo iba a hacer. Cuando tenía 16 años acompañé a un amigo a comprar una jeringa y él me dijo que la cocaína era lo mejor y me convidó. Era un viernes a la tarde. No la consumí y la guardé para la noche. Me acuerdo que ese viernes tomé por primera vez y no me llamó mucho la atención. Después de varias semanas volví a tomar. Era un miércoles a la noche, estábamos en un almacén, que era el lugar donde parábamos, y uno de los chicos se había puesto a vender y me invitó a tomar. Yo acepté y esa vez sí me gustó. Desde ese día ya no pude descolgar. Tomaba los fines de semana con la plata que me daba mi viejo para ir a bailar. Después ya no me alcanzaba con eso y empecé a sacar plata adelantada del trabajo.
Cuando me quedé sin trabajo empecé a trabajar con mi papá y como no me alcanzaba con la plata que él me daba, le empecé a robar. Cada vez más y más hasta que se dio cuenta. Él empezó a averiguar y alguien le dijo que yo estaba consumiendo drogas. Se enojó mucho, pero yo le prometí que no lo iba a volver a hacer y me creyó. Y así la historia se repitió una y otra vez hasta que mi viejo me perdió la confianza por completo.
Cuando tenía 18 años conocí a Claudia, una medio hermana que es dos años menor que yo, y la hice consumir. Después apareció una amiga de Claudia, Silvia, y también la hice consumir. Al tiempo empezamos a salir y seguíamos tomando. A Claudia ya no le gustaba estar conmigo porque yo estaba todo el tiempo drogado, pero a Silvia sí, y eso era lo que a mí me importaba. 'Silvia y droga', no precisaba más.
Al tiempo Silvia era toda una adicta y como tal se aburrió de la rutina, al igual que yo, y decidimos separarnos. Estuvimos dos o tres meses sin vernos y en todo ese tiempo yo no consumía ninguna clase de droga ni alcohol. Tampoco salía a bailar ni a ningún otro lado, no quería salir de mi casa para nada. Hasta que de nuevo apareció Silvia y con ella la cocaína. Estuvimos un par de meses y nos volvimos a separar. Esto pasó varias veces hasta que no la vi más. Ahí estuve un tiempo sin drogas. Después conocí a unos chicos que tomaban y empecé de vuelta. Lo hacía todos los días y durante todo el día.
Un día mi viejo me comentó que había una fundación que trataba a los chicos con mi mismo problema. Así fue como me conecté con ellos y decidí internarme. Ahora estoy acá luchando por vivir y aunque me cueste un montón, mucho más de lo que yo pensaba, estoy seguro de que yo no quiero más drogas en mi vida y que quiero ser una persona sana."

jueves, 19 de abril de 2012

Las consecuencias de la obesidad


La obesidad es una enfermedad crónica en la cual existe un exceso de grasa en el organismo de la persona. Se evidencia porque el Índice de Masa Corporal (IMC) en un adulto es mayor a 30. El IMC se obtiene a partir de la estatura y el peso de un individuo. Sin embargo, debido a que el IMC no distingue entre el tejido adiposo y el tejido magro, otra forma de evidenciar si una persona es obesa, aunque más complicada, es mediante el porcentaje de su grasa corporal (hombre con más del 25% de grasa corporal, mujer con más de 30%).

Las consecuencias de la obesidad sobre la salud son resultado de un incremento de la masa grasa, como artrosis o apnea del sueño, o un incremento en el número de células grasas como diabetes, cáncer y enfermedades cardiovasculares. Asimismo, la mortalidad incrementa en la obesidad.

Para tratar la obesidad, la reducción de peso es uno de los objetivos, pero no es el primer paso a seguir. Es fundamental primero trabajar en aquellos factores psicológicos asociados a la enfermedad, como ansiedad, inseguridad, y creencias erróneas acerca del peso y la comida. En Fundación Manantiales, nos encargamos de que los pacientes aprendan a aceptarse a ellos mismos y a sus cuerpos. Tratar primero el síntoma sería contraproducente ya que una dieta brusca funcionaría sólo a corto plazo y sería imposible mantener un peso equilibrado para no volver a aumentarlo.
El objetivo del tratamiento no es estético, sino que se basa en mejorar la calidad de vida, y en consecuencia, disminuir los riesgos de enfermedades cardiovasculares y otras mencionadas anteriormente. El paciente debe aprender nuevos hábitos de alimentación que reemplacen los viejos vicios y se acompaña de un aumento de actividad física. Lo importante es tener en cuenta que la obesidad no se trata mediante cirugías, medicamentos o dietas imposibles, sino que es necesario un cambio en los hábitos alimenticios mediante una dieta equilibrada.

Fuente: Fundación Manantiales


martes, 27 de marzo de 2012

Bulimia, cuando bajar de peso se convierte en una obsesión

El éxito de la terapia para los trastornos de la alimentación (Eating disorders) depende de muchos factores: la propia personalidad del paciente y el deseo de cambio, la duración de su trastorno, la edad en que comenzó la enfermedad, su historial familiar, su nivel de habilidades sociales y vocacionales, la complicación con otros trastornos como la depresión y, sobre todo, depende del tipo de tratamiento. Es importante comprender que cuando hablamos de trastornos de alimentación básicamente estamos hablando de la adicción a comer o no hacerlo. Todotrastorno alimentario, sea bulimia, anorexia, la coexistencia de ambas, es básicamente una adicción, una compulsión irrefrenable a no comer o hacer una ingesta compulsiva, a vomitar, a hacer purgas, a estar obsesionados con las calorías, el espejo y nuestra imagen corporal.

El Método de Fundación Manantiales® es un tratamiento de avanzada y superador de algunos modelos que se presentan en nuestro país, ya que son tratamientos personalizados.

Básicamente son una síntesis de estos aportes, mas los desarrollos de Comunidades Terapéuticas profesionales, las terapias cognitivas- conductuales, las terapias grupales, el psicodrama, la terapia familiar sistémica, la PNL, el análisis transaccional, la terapia gestáltica y los aportes de las neurociencias y psiquiatría, fusionándolos y mejorándolos, lo que nos permite obtener uno de los porcentaje de recuperación más alto de Latinoamérica.


Fuente: Fundación Manantiales

miércoles, 21 de marzo de 2012

Cuando el amor por otra persona deja de ser amor y se convierte en obsesión

La adicción al amor o codependencia se refiere a la obsesión que se puede padecer hacia una persona, hacia una relación o hacia el romance. En el primer caso, puede ser tanto una pareja como un hijo o un padre. El adicto siente que no puede vivir independientemente de la otra persona y lo lleva a tener actitudes posesivas. Es posible que la dependencia sea mutua y sea prácticamente imposible el desarrollo personal. Las personas adictas a la idea de estar en una relación no se preocupan tanto por quién sea la persona, si no por tener pareja en sí. Pueden cambiar de pareja constantemente, o por el contrario, aferrarse a relaciones negativas. Por último, hay personas adictas a los romances pasajeros, aventuras apasionadas, etc. Les interesa la seducción y la conquista, pero al poco tiempo se cansan (como el clásico Don Juan). Puede ser resultado de la fantasía, de la inmadurez o del subdesarrollo afectivo.

Los adictos tienden a idealizar a la otra persona hasta convertirlos en un ser divino y se vuelven incapaces de disociar la realidad de su situación. Creen que la felicidad solo puede alcanzarse junto con la otra persona, por lo cual se ilusionan y proyectan futuros. El proceso de enamoramiento en estos casos generalmente ocurre muy rápido, como un “flechazo amoroso”. Los adictos confunden deseo y amor con dependencia y adicción.

El problema radica en que el adicto, al ser capaz de entregar todo por la otra persona, niega sus propias necesidades y deseos. Asimismo, oculta sus sentimientos de dolor, rabia o sufrimiento por ser considerados como una posible causa de perder a su pareja. Es por eso que, aún en situaciones de violencia o de conflictos, los adictos al amor hacen todo lo posible para mantener la paz y evitan la confrontación. El mayor miedo es el miedo al abandono, así como también el miedo a ser independientes. La propia represión de sentimientos conlleva a la necesidad de vivir a través de los sentimientos del otro. Sin embargo, los adictos nunca se sienten satisfechos con la devolución de amor; constantemente desean y piden más. Como viven a través de la vida de su pareja, creen que poseen control sobre ella e intentan perfeccionarla.

Los adictos al romance o al sexo se caracterizan por tener conductas impulsivas y agresivas, falta de autocontrol, problemas de adaptación social e insatisfacción. Es frecuente el contacto con personas desconocidas con tal de mantener el anonimato, lo cual implica un peligro por el contagio de enfermedades venéreas como el HIV. El aumento de encuentros rápidos y casuales promueve los engaños y mentiras que acarrean sentimientos de culpa y desesperación.

En el tratamiento de esta adicción es imprescindible empezar por el reconocimiento de la enfermedad y de los pensamientos y sensaciones asociados a la adicción. Las estrategias cognitivas, terapias grupales, de familia/ de pareja, tienen por objetivo aprender habilidades para mantener la abstinencia y modificar las creencias y pensamientos erróneos que los pacientes tienen acerca del amor y las relaciones.


Fuente: Fundación Manantiales


viernes, 16 de marzo de 2012

Juego compulsivo

El juego compulsivo o ludopatía es la enfermedad caracterizada por el impulso incontrolable a jugar, es decir, cualquier tipo de actividad en que la persona pone algo de valor en riesgo sobre las bases de un resultado desconocido. Al no provocar síntomas físicos, debido a que genera únicamente una dependencia psicológica, se conoce a esta enfermedad como “la adicción invisible”. El juego se vuelve una adicción cuando provoca conflictos familiares, emocionales, legales o financieros, y la persona continúa apostando igualmente. El jugador precisa de la sensación de ganar, aunque este no sea el caso la mayor de las veces.

Este desorden de salud mental de control de los impulsos se da cuando la persona piensa constantemente en el juego, aumenta sus apuestas a modo de mantener la emoción, y cree que para recuperar el dinero perdido la mejor solución es continuar jugando. Es común que el adicto mienta para esconder que ocupa su tiempo apostando por vergüenza, y en el extremo cuando ya no posee dinero para apostar recurre a actos ilegales para conseguirlo. La violencia en el hogar, dejar los estudios y la pérdida de trabajo son consecuencias casi inmediatas del juego compulsivo. De esta manera, no sólo arriesga sus pertenencias sino que también todas sus relaciones interpersonales. Al igual que el alcoholismo, el jugador se vuelve tolerante a la cantidad en juego. Esto quiere decir que cada vez siente la necesidad de apostar más cosas para sentirse satisfecho.

El tratamiento para los jugadores compulsivos empieza por reconocer que tienen una enfermedad. La negación es una característica de todas las adicciones, y es por eso que al aceptarlo, los pacientes ya están dando un primer paso hacia la recuperación.

Fuente: Fundación Manantiales